ZUNÁI - Revista de poesia & debates

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MANUEL MONTALBÁN PEREGRÍN

 

 

 

VIDAS REBELDES

 

La infancia, como un cuerpo ajeno, se desvanece en un estertor. Exiliadas pasiones, impulsos desde la más intima exterioridad, demandan su realojo en una arquitectura frágil.

Vidas rebeldes, no era una película de cawboys al uso. La vista se pierde en el horizonte monocolor. Hay tejanos, sombreros de ala vuelta, licor a granel y caballos salvajes, pero la ley no es la del más fuerte. Dos tipos, pistoleros supervivientes del duelo eterno, prefieren flagelar su impotencia ante la mirada licuante de una chica que, tiempo atrás, arrinconó su ukelele en un baúl.

Confiné mi tribu de indios de plástico en una reserva indecente y me tatué en el pecho aquel triángulo irregular. Ni héroes ni villanos: aún había sitio en el corazón para causas errantes.

 

 

ULTIMAS HORAS DE FRITZ Y RIKA

(Tragedia en un solo acto)

UNA

Ocho de agosto de mil novecientos catorce. Desde hace más de quince años es la primera noche que olvido cepillar mis dientes. "Siempre hay una primera vez...", me dijo Fritz aquella tarde de invierno en la que el frío húmedo del colegio invitaba a la fraternidad por encima de otras convicciones. Ahora es otra la temperatura pero aun así nos mantenemos abrazados. El agosto en Berlín puede llegar a ser sofocante.


DOS

Este año no acompañaremos a mi madre y hermanas a la costa. También es improbable que Walter Benjamin tenga la oportunidad de reiterar su invitación para pasar con él unos días en Postdam. Largas columnas de jóvenes se hacinan a las puertas de los cuarteles.

Después de la última victoria, ésta promete ser una campaña relámpago. Los corazones se exaltan y se reviven los viejos ideales que creímos desterrados para siempre. Los compañeros de acciones y tertulias encaminan sus destinos en aluvión hacia una muerte heroica. Marchar al frente, cruzar los límites fantasmales y retornar después como un buhonero desconocido, hijo pródigo al país de nuestros mayores. De poco han servido a algunos las discusiones, las noches en vela tratando de encauzar los ánimos exaltados por motivos bien distintos al brillo de la efigie del Kaiser. Como le he repetido a Fritz hasta la saciedad en las últimas semanas mi misión es bien distinta.

TRES  

Aquí las ventanas están cerradas a cal y canto... Quedan tan lejanos los himnos y los vítores. Una vieja toalla impide la renovación de aire por la rendija de la puerta. La espita del gas silba alegre en el silencio. Aunque el piso es pequeño, su recordatorio sobre el final que hemos elegido se mantiene alejado del olfato de esta estancia. Fritz garabatea la cuartilla donde ha improvisado unos versos. No quiero detener el curso de estos pensamientos evasivos pues me resisto a abandonarme a la culpa. ¿Qué habría decidido Fritz en mi ausencia?

CUATRO

Hace unos días en el Café des Westens estuvimos todos juntos; los muchachos decidían entre los cuarteles donde dirigirían su solicitud. La mayoría acordó presentarse en el de caballería de la calle Bellealliance, incluso Benjamin que se mostró, sin embargo, más parco que de costumbre. Pensé recurrir a él en un primer momento a pesar del trato distante que nos dispensábamos mutuamente. Cuando Fritz me acompañaba a casa no pude contener mi llanto. Sentía rabia, impotencia, desesperación. Le propuse que nos marcháramos fuera del país; Suiza, el mediterráneo, cualquier destino me parecía posible. Fritz se mantuvo en silencio, sólo de vez en cuando dirigía hacía mí sus ojos melancólicos. No le di opción, por algo mi familia es judía.


CINCO

Una suave veladura impidió que la traición a nuestro pacto aflorara en su mirada. Juntos para siempre... Sólo puso una condición: no abandonar el barco que naufraga. Fritz y yo pensamos en el "Sprechsaal", la Casa de la Juventud, como nuestro hogar inexistente por unas horas. Aquí pasamos tardes enteras recitando a Stefan George o al severo Spitteler, discutiendo sobre la razón de la burguesía, la escuela, la tiranía paterna, inventando el sustrato epistemológico de la "nueva fe". Pero desde la declaración de guerra el hogar está vacío e inanimado, anhelando nuevos ocupantes.


SEIS

Fritz se ha dormido, descansa como un niño que hubiera pasado la tarde en la playa... No sé si llegará a despertar. Yo también fui tajante con respecto a mis exigencias: nada de lágrimas ni despedidas. Sólo vamos a pasar una noche juntos, aunque sea la última noche. En cualquier otra circunstancia habría sido motivo de alegría desbordante. En las contadas ocasiones que conseguía burlar el toque de queda en casa que, debo confesar, no era demasiado estricto, mis hermanas hilvanaban un sin fin de razones humanitarias que acaban por convencer a mi madre. Pero en Fritz se reunían todos los cuidados que supuestamente yo dispensaba tanto a amigas de la infancia y camaradas como a perfectos desconocidos.


SIETE

El suelo se abre a mis pies. El aroma de una flor mortífera llega hasta a mí. Se inicia el deshielo con la furia de un solitario impaciente que destroza el puzzle recién completado. Me acerco a las cristaleras, barrera transparente y hermética que nos separa de la atmósfera asfixiante del Tiergarten. En la avenida los árboles polvorientos que exudan resina repelen a los escasos paseantes. Las aguas del Landwehrkanal olvidaron su fluir y simulan un espejo estancado donde se reflejan los edificios anticuados, la nostalgia de una generación. Más allá se reproducen vertiginosamente, lejos de toda comodidad, las viviendas proletarias de Moabit, que eran horizonte de nuestros debates peliagudos.

Esta mañana, aún temprano para los crápulas y demasiado tarde para el espíritu certero, Benjamin recibirá una nota manuscrita de Fritz: "Nos encontrará echados en el Hogar".

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Manuel Montalbán Peregrín, poeta espanhol, nasceu em 1965. Doutor em Filosofia e Letras e professor titular na Universidade de Málaga, publicou Bambú negro (1990), Ocupación (1996) e Mercado negro (1998). Escreveu também artigos de crítica para revistas literárias sobre autores como F. Hölderlin y W. Benjamín.

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