ZUNÁI - Revista de poesia & debates

 

 

JAVIER GÁLVEZ

 

BAJELES


1
De niño mi abuela me sentaba en sus rodillas. Sus manos tibias
olían a cebolla y el color de sus ojos no recuerdo. Al fondo
las sábanas en el cordel eran más verdes. Verdes o
amarillas según soplara el sol sus peces más callados.
Cerca de la cocina hay un balde con miel de abeja y
algunas moscas subiendo desde algún lugar de la infancia,
fatigadas por no alcanzar mi cuerpo todavía.

Cierto día mi abuela acercó un caracol a mis oídos.
"Ahora que comienzas a crecer, cierra tus ojos
y amarás mi rostro. Cierra tus ojos y escucha.
Más tarde sabrás cómo reposar."

Así conocí el mar. Primero fue un sonido mezclado a un olor de
cebolla y un vaso en la cocina repleto de negros caracoles
para cuando yo acabara de crecer.

Sin escuchar jamás a Odiseo, Leonor me enseñó la mar. Y fue la
mar el otro verde cuerpo colocado después del nacimiento,
un signo digital en la mesura del bajel. Y cada latido
fue, entonces, el afán, escamoso y desigual como la barba
del viejo Odiseo enterrando sus largas uñas, allá, en Itaca
y llorando como un niño.

Y nosotros sin saber si llorabas porque el deseo había agotado
ya sus islas o por la pradera de asfódelos que nuevamente
volvería a pisar.
"Ahora que comienzas a crecer...", decía mi abuela. Y yo la miraba
torturado pues no podía comprender que su olor a cebolla o
café tostado, acabara de repente y tornara a ser una
vieja fotografía pegada en la pared, unos negros caracoles
donde la mar apenas coloca su pelaje, monedas de otra edad.


2
Hubiera sido mejor no retornar. Dejar que tu cuerpo se seque bajo las viejas palmeras dobladas por el mito y por la sal. Ahora que tu blanca barba te aleja de la infancia y no puedes más con los recuerdos y su ruido de oleaje entrando en la boca de los muertos. Hubiera sido mejor no retornar, cortar la flor de loto y bajar hacia otro mar.

La mar no volverás a mirar en el ojo del Cíclope.
Por más que te acerques a la mar habrá siempre otras vidas después de las espadas que reclamen tus olores.

Y el ojo del Cíclope que tú creíste oscurecer hasta en sueños te será también negado. Pues el sueño no lo basta para tender su arco y apagar la lámpara que flota sobre tanta soledad.

La mar no volverás a mirar en el ojo del Cíclope.
Si la errancia te dio conocimiento y la sal cierto brillo de niebla en la pupila, prematura fue tu despertar.

Ya los pellejos de cabra vacíos de vino se pudren en los bajeles. Y las copas de oro se oxidan en las almenas cerca de las lanzas.

Ah Odiseo, tú que pintaste un caballo en las arenas y fijando tus ojos en la mar dijiste:
"Oh mar, tú que borras la facciones de la piedra
y te curvas como un flujo femenino,
devuélveme los verdes pinos de mi patria
la boca salaz de mi mujer."

Tú que pintaste un caballo en las arenas
¿Es posible que hayas retornado?


3
He cerrado el verde libro de las Crónicas. No soportaba más la sal.
Bajo el temblor de las encinas los héroes no sangran.
Ahora el bronce es una música lejana.
Y en los sueños la sangre tiene forma de bajel.

He cerrado el verde libro de las Crónicas. No soportaba más la sal.



*

 

Javier Gálvez (Chiclayo, 1966) é autor de Libro de Daniel (1995).

*

 

retornar <<<

[ ZUNÁI- 2003 - 2005 ]