ZUNÁI - Revista de poesia & debates

 

 

EDGAR SAAVEDRA

  

 

Como en regiones de dorados trópicos
un viento de marfil atravesando los muros
el incienso devorando
                        el color de plumas innumerables
guitarras agonizan en las regiones cálidas
del pubis o el gemido demoníaco
lejos                 no hablas
escuchas a la mujer suicida
las sábanas de seda dejaron de ser sus armas

escucha su dolor
la lluvia que es la respuesta al dolor

más intentos más ruinas demolidas por la angustia
y tú qué hacías descolgándote en los abismos
donde hasta la muerte pierde el equilibrio
te alejas y vuelves y no has llegado
me cubres con el viento que tejían los halcones
enanos subiendo por tus pies y tus manos
inventando música  negros aletazos

una ceremonia sideral inventando el adiós
se cansan los trayectos la niebla no amanece
los enanos crecen trepan por tu cuerpo amanecen
muertos y resucitan nuevamente

no puedo verte sombra fermosa y limpia
soy el héroe que se entrega jubiloso a semejantes
despedidas

mitad de círculo agitado: las primeras luces
abren la sucia y anaranjada casa sintética
la muñeca aparece ensangrentada y violada
abundan animales de agua animales erizados
de profecías
uno me da sombra y otro sufre

plantas animales giran y bailan esperando la noche

 

*

 

Animal sin huesos de ceniza tu rostro en aromas de sed voy
                                                                         hacia tus pelos
            desquiciados y complicadísimos
fluye la respiración ciega o la perspectiva de la mirada en la
                                    ventana del fuego
el grito de una mano y un pie anudados
sombra calcinada de frutos venenosos del metal que florece
            de las manos y los lirios
animal sin sangre que la lluvia de mis venas ha creado y
            moldeado por saliva
                                                en los paraguas de estío
y tu lengua de hielo navegando por mi pecho
planetas naciendo los peces terrestres
la mentira es verdad cuando habla o cuando sueña
las paredes sueñan con la intensidad de los aviones
las paredes sueñan con la bondad letal de su cuerpo

llegaron los ruidos con paraísos cruces y quimeras
tenías un ojo podrido y los cabellos
cada uno clavado en el cielo
las plantas estaban rotas
la noche se desintegraba lo mismo que la ciudad en pedazos
                        azules de
                                            excremento

 

*
 

Ahora
a miles de kilómetros del Pacífico
la sangre aún no conoce sus poderes

por todo esto resucita

aves del mundo a través de las ventanas
se convertían en humo
el dolor es insuficiente para despertarse

todo lo real se deforma
porque la sombra ha negado su imagen

la memoria ha descendido a las fogatas
y la historia es incontable sin fantasía:
tu madre era una mujer hermosa
tu madre ya no sabrá quien eres

las armas de fuego vigilaban el esqueleto
devuelven en tus manos la inercia de las piedras
y se cansan para siempre
las quimeras y los primeros habitantes
que volaron en círculos sobre nuestra tierra

no escuchas el llanto de la rameras
de las vírgenes que exhalaban agua y esperma como nunca
las manos han reconocido su materia
tocándote
no destroces los bosques de amalgama líquida
ni la suerte vencida en las barajas

un rumor insaciable nos anuncia que hemos llegado
las murallas            otra vez     los destierros
                                                      que jamás serán leídos
y la ciudad en ruinas

escucha el final y luego muere
                                el final nadie lo sabe
                                                                el final no es éste
                                          el final

                                                                            aún

 

  *

 

Edgar Saavedra (Caxamarca, 1976) é autor de Final aún (2000).

*

 

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