ZUNÁI - Revista de poesia & debates

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JUAN SALZANO

 

 

 

 

           PARA INTERRUMPIR LA TRANSMISIÓN

 

la estrategia consiste en empalar la letra y al que la escriba

escupir ese espejo textual, vómito barroco que refleja

un iceberg de ladillas en el cielo

antes de abrigarme al frío que flagela

fabriqué un pronóstico indescifrable salió en las noticias

me aproximé a la hipertrofia, a la santidad de un homúnculo

empeñé los fórceps que me coronaban

así todo evité la calvicie

lentamente me paré en seco como un ábaco

y de mis pies evolucionaron acuosas ratas de abadía

nadie lo supo yo callé y eché una ojeada al desierto entre mordiscos

las vio mi ojo masticado pacían las féminas encabalgadas sobre antílopes

noté que existe un atributo pornográfico en la ceguera de sus ojos

denegaron mi noble petición de rasurar las pestañas de las aves

yo que mecía la cuna de un amigo nonato no poseo manos ni nada sin embargo

así todo aceptaron mi verde contribución

me pagaron con postales catedralicias con este ornamento cristológico

asistí a la sombra agonizante de mi gloria póstuma

bajo el vidrio más último el grito obsesivo exige que no me mueran

el deseo es un remedio posible

por ejemplo las alergias y un bebé de jade

arroja dardos porque no quiere tomar la teta

así todo salí en las noticias

si me van a morir y nos veamos en el baldío altar del escéptico

escribimos rápido y para nadie títulos

de poemas como ‘Ni que los lagos decir un cisne’

los ocultamos más rápido en frágiles cráneos de melaza

contemplamos la estratificación ahí van

al olvido y los condenamos y nos desquiciamos

obscenamente de seda bailamos si traspapelamos la documentación

adquirimos los gestos corporales de la masonería

fingimos la sonrisa esterilizada del genio mi bisturí

atraviesa la carne y la desnudez sin un rastro de pudor

pero se le oxidan las entrañas, las murallas del miedo

el cielo colección de percepciones no se yergue sino como hipóstasis

apenas rozando una ceniza de obsesión, de demencia

pero sobrevive el infante olor a piojo, a lengua quemada se la trueca

por papel secante, yo y el río

nos ahogamos juntos una poesía fraternal, oculta y fraternal

así todo salí en las noticias.

 

 

 

 

 

MULETIZAR O LOS RITUALES DEL POSESO

(fluxores y rapsodas).

 

 

Un Babuino en el centro de la recámara. El sonido de las cadenas oficia de exquisito fetiche para las hialinas rapsodas. Los babuinos, escrutadores de cristales, siempre intuyen la inminente sordera, los chillantes relámpagos del sacrificio. Cada vez que se acercan al delirio, sus escamas deslumbran, su os(e)amenta esplende. El Babuino aúlla, osificado, se sacude entre cadenas. Bascula su mirada frente a múltiples brillos que rodean su espectáculo y se acercan. Se debate, estrechándose en la eslabonada herrumbre. Resopla. Fracasa en el intento de evaporarse. Hay demasiado frío, demasiada nieve. Ocultas detrás de los brillos, acristalados fermentos, diez rapsodas avanzan como algas costeras. El Babuino no mira otra cosa que los cristales, y las rapsodas evitan así ser reconocidas.

 

 

arrinconado en salivares

llegará el momento de mi indecencia

cuando la dermis no sea

más que recipiente

y los hilos o redes no tengan

más que el nombre de rapsodas

 

 

Deshiláchase en sierpes el rostro del Babuino. Aprovechan las rapsodas para hincar sus reverberos en las escamas lacias, en la ruidosa dermis del sacralizado papión. Alunadas por un leonino impulso, solapan al Dermión los cristales, y al hundirse en el refractario bálsamo, en vuelo ascienden al nivel de daimon. Se barajan como alientos, o como súcubos principiantes, y se inoculan en el vitral cansino del antiguo animal. El Babuino, entretanto, se ha cercenado el hueso de una pata, y lo usa ahora de diamantino bastón.

 

 

no es índice de extraviado fatalismo

ser violado por demonios,

poseído por hermosas rapsodas,

pues aunque hurgase entre mis ropas

sin hallar un punto fijo o referente

aún sería cómplice del fértil ajetreo

 

 

Detonación de oro en las mejillas del Bab Escrutador. Bu Cristalino es zaherido en sus nervios por el andar desatado de las deseantes. Pero ellas aún no estallan. Todavía no inducen. Las rapsodas solo recorren el globular interior del casi mutante. Preparan los fluxores, las bebidas o alimentos que abrirán la pluma intensa de los flujos. La petaca tracia parece un fluxor. La pulida raiz, el hierático tallo también. Instilados en venares, estos pillajes propician las alianzas entre escamas y musas. El Buino, empolvado por la espiral de los pulsos, le sonríe a la escaramuza. Enciende sus pedales y es aguado en la tintura: mixtura perdigonal. Ahora sí, la posesión es estallido, rapsódicos flujos de extranjería. El enseñorearse es siempre bifronte, y el naufragio es fraguar la isla de los muertos. Las antorchas esparcen el oscuro doble sobre el muro. En sombras, se repite la demonológica caterva. El ProBuino toma el bastón óseo y lo eleva al techo como un báculo: destruida la distancia entre la prótesis y el hueso, el Bab ha sido muletizado. Las rapsodas se arremolinan, y en loada rotación (di)osifican al Ino. Deshuesado y ornado en dosificada turbulencia, el Bábico Uno emite su bramido. En el pistón del delirio, sus cristales deslumbran, su (di)osamenta esplende.

 

 

decanto en la nebulosa

trapa de asirios senos

eréctil arena de una ubre inoperante

trasuntando mutaciones en la rueda de los bosques

arremeto en la fritura de otros azares

con el parche en la zona descubierta

o en la hiperbórea aleta de tormentas

que ventila carpo a carpa

la respirada secuencia de aniquilamiento

para no creer que me muero

sin relevos o deserciones

y la sonrisa y el carcaj

hada flechada por su mismo espaldar

inventa una gesta en el lazo

el frenesí encontrando su pareja.

 

 

 

AFRODICTUM

 

 

¿Una autoxenografía, un mapeo en el que recorrer las singularidades de mi raza bastarda, desde la masonería italiana de Don Francisco Salzano hasta la conexión con Transilvania y su gótico anorgánico; o acaso más allá, hasta las alianzas tantas con adorados xenópatas?

 

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Una estela italiana en la lejana crátera nebular. Rumania a un tiro de qué ballesta (o manía): rubíes serán el lamer de sus costas. Transilvania, donde sus fiordos sin agua (precipicios) brillan tanto en el estigma. Trans-hilvania, que hilván fue a los rumores de marejada —¡desembarcan los parias! ¡desembarcan!— llegados a ninguna estepa. En suspenso prolongado respira el Islote aéreo, que bastardo fue vendido en oblación a un conde sin imagen (ese vamp que piró): de un nóctulo quizá la bitácora llameante. Cunde el despojo si el bufón desiste en la meseta  —y la peina y la aumenta hasta el mareo de una mar adorada (se evapora, ay, el oro a su través: hay un ácido, Negro Mar en el zendero). Casi gramaje de Kali, la levita pirotécnica de este brujo, oscuro armamento es a la curva de su antes estático jinete. Siga la curva sus trayectos, sin querer: en la mojada panícula la esperamos, de fósforo, odorizados. Por sonar la flecha del Bósforo, el dardo ni se esfuerza ni aterriza en este claro de uvas resecas.

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Laminame, Sonda difusa, que orientás las gargantas hacia los chillidos idos —al alba, ay, albañiles ya. Es bardero este Bardo, alarmante y motorizado, como cualquier renovado Cupido. 

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Debe haber sido inestable la estampa de su reino, o difusa la toca de sus nidos, ese toque aéreo que al bufón le aventura el Dromos: el camino del dios. A él le toca deslizarse por esta pista de hojaldre, remover sus pilares, exprimir el cremoso corazón que por yacer oculto semeja una roca virginal (las aguas invisibles). La bici-Senda o velocípedo que a él le toca —por tocado—, despunta en cualquier lago (si es que de húmedo lo troca en medalla o talismán). La hierogamia de la Escuadra y el Compás, cuya G central anuda, es también la brasa encendida de los Cárpatos: la punta Gótica del pucho que un quiróptero se adentra antes de resonar en bandada. Así: colgarse fresco ese amuleto y ser llanero de un borrico tricorpóreo. Estar tan seguro de la vía como de siempre mentir. Y, desde el gong ventral, arremeter con brío.

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¿De improviso en improviso, rasguear la guitarra por fuera de esas corcheas, ya, descorchada, ay, espumeante en el derrame de otros ecos?

 

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Diríase que el piélago ya se ofrece a la fría libación del viajante. Digámoslo entonces: la piel del lago ya es cofre de libamen, ofrecimiento de huida para el frágil viajente, lejos de la caldera carpáthica aunque montado en la fría línea de Tisza que atraviesa las napas, la geoconda desmarcada de Transilvania. Irrumpe, angular, el desvío anacondial de Transitalia: por ese vértice se vierte el bufón —por ese vórtice-medalla que imanta el brillo memorial de un país inexistente. Y porque, aún con nombres, las dos regiones están por hacerse, por siempre, ya: por all-ways, ay: por todos-los-caminos en la vía regia de los eones.

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Erizamientos fáunicos me tiemblan en la carne descalza —hora en que el bestiario de los fuelles insinúa sus espirales bajo todas las cortezas de la Tierra; hora en que las migraciones inflan sus aguas y bandean la calavera de los vientos.

Dame tu bajamar de partículas, Gallo Insomne de las fraguas; esa que incuba la leonina esclusa por la que ingrávido zumbo.

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Insomnes que paniculan la noche, los engarces equinocciales que profetizan las arenas; Insomnes que alinean los poliedros de las playas desnudas, y jinetean, áureos, el subátomo que nos urde; ultérrimos Insomnes de morada reciente, que avivan las fraguas y aspiran las aguas, que sintonizan el soplo en donde anida la sísmica osatura;

¡porque se enmielen las correas de sus cinchas, Jinetes Insomnes, extraterramos nuestras barcas y talamos nuestros mástiles hasta la dignidad de las agujas!

Las provincias untuosas y los suburbios bajo el oleaje son las hélices célibes de esta horda sin terreno. Vamos hacia los extáticos magnetos de nuestro desierto portátil, ¡truena la caldeada coral que sus dunas orquestan!

Fauna trashumante que se multiplica en las aéreas calderas y sobrevuela las aguas, Fauna innumerable, Fauna inédita, con quilla y pinza de bogavantes volutas, ¿a qué prodigar esta dinámica espuma?

Suspendida succión del Insomnio, ¿de qué matiz es tu fuego lacio, tu pócima sin figuras, la estatuaria temblorosa de tus poses?

 

 

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Juan Salzano nasceu em Buenos Aires, em 1980. Poeta e performer. Membro dos grupos La madre-Res, Manikhem, Laboratorio Sintético Deleuziano (LSD), Frente Dionisíaco. Orbita desde  2004 na Estación Alógena (Buenos Aires), onde é parte da incipiente “Escuela Cuaternaria Inter-Reinos”. Publicou Muletología (2006) e é o editor literário do livro de ensaios Nosotros, los brujos, com  textos de 17 autores latino-americanos e ingleses.

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